segunda-feira, 25 de novembro de 2013

Los Derechos Humanos como Espejismo Burgués



Reproduzimos de forma quase integral o texto (em espanhol) presente no blog http://unionccp.wordpress.com/



Los Derechos Humanos como Espejismo Burgués

Este trabajo tiene el propósito de hacer una crítica a las bases ideológicas y políticas de los llamados “nuevos movimientos sociales”, que están proliferando en el panorama político español e internacional, muestra del evidente desprestigio de los partidos y sindicatos que gestionan el poder político de la burguesía. Nos referimos a los distintas plataformas o Foros cívicos o ciudadanos que surgen por doquier, y según confiesan, tienen el objetivo de defender la Democracia con mayúscula frente a la tiranía y la opacidad de la “clase política” a través de una legítima oposición pacífica al poder corrupto que somete la voluntad de la “mayoría ciudadana” a los intereses de una minoría depredadora.

1)      Los nuevos cachorros de la democracia burguesa
Vamos a proceder siguiendo el método que marca la investigación científica: empezando por la manifestación del movimiento de la materia para producir mediante el pensamiento el conocimiento de la realidad o, al menos, parte de ella.
La propia crisis económica y su desarrollo, unido a la corrupción económica generalizada, actúan sobre la conciencia de la clase obrera y parte de la pequeña burguesía, explotadora o amancebada, de manera que están favoreciendo una corriente ideológica que pone en cuestión la naturaleza y el carácter de los mecanismos democráticos burgueses debido al divorcio entre su función abstracta (favorecer la libertad de los individuos a través de la participación social y la armonización de los intereses entre las distintas clases sociales mediante la redistribución de la riqueza) y su función concreta (legitimar el sometimiento de la clase obrera a los intereses de la burguesía, propietaria de los medios de producción). Esto ocurre, hasta cierto punto, puesto que esta manifestación no va más allá de la visualización de este divorcio ya que no penetra en las causas económicas que hacen “legítima” la división en clases de la sociedad, ya que desde el punto de vista legal así se recoge en el ordenamiento jurídico.
Es un hecho palpable, que las instituciones burguesas están perdiendo prestigio entre las masas trabajadoras en la medida que se hacen patentes los efectos de la crisis económica. Así mismo, la política institucional burguesa cada vez cuenta con menos apoyo entre las masas al extenderse la corrupción dentro de los partidos que apuntalan el sistema político burgués en connivencia con las empresas privadas participantes del negocio público (llamativos son, por lo publicitado, los casos Gurtel, Bárcenas, o los ERE en Andalucía) como medio de financiación y enriquecimiento de las estructuras y de dirigentes de los principales partidos del sistema.
Insistimos, ello no implica que el sistema económico y político de la burguesía esté abocado a un inminente colapso, ni que el actual ambiente de desconfianza social hacia las instituciones burguesas y sus aparatos político-burocráticos trabaje a favor de una crisis social. No pensamos que el sistema capitalista está a punto de inmolarse. Ello sólo puede ocurrir si existiera una organización política y un sistema ideológico revolucionarios estrechamente ligados a los intereses de las masas trabajadoras y enraizados los movimientos sociales y que pusiera en cuestión los cimientos de la sociedad burguesa en la dirección de destruir las relaciones sociales capitalistas.
[...]
Ciertos sectores sociales se impacientan ante el agravamiento de su situación material y plantean luchar contra los efectos de la crisis, viendo exclusivamente su problemática concreta. Esta lucha espontaneísta y parcializada, al no estar ligada a la finalidad histórica del proletariado, aísla cada lucha de las demás sometiéndolas al desgaste del propio movimiento, actuando como una losa sobre los participantes: cada movimiento aborda sus reivindicaciones sin atender a la problemática del conjunto, pensando que es un asunto de cada cual. La conciencia social influenciada por la ideología dominante tiende a luchar contra la crisis actuando sobre sus efectos, como si fuera una desgracia natural que se puede remediar con medidas que contribuyan a la salida de la crisis, recurriendo a la buena voluntad y al empeño del gobierno de turno.
Si frente a esta ideología dominante, no se posee un sistema ideológico alternativo que represente a los intereses de las masas explotadas y se sustente en una concepción materialista y dialéctica del desarrollo de la sociedad, no se puede comprender que la crisis económica capitalista existirá mientras existan las relaciones capitalistas de producción, mientras exista la producción de plusvalía y el trabajo asalariado dependiente del capital. No se puede llegar a entender que la crisis económica capitalista es, por un lado, la manifestación necesaria del funcionamiento dialéctico del capital, es decir, de la contradicción antagónica que se desarrolla en el capital entre el carácter social de la producción, expresado como desarrollo de las fuerzas productivas, y de la apropiación privada de la riqueza creada, expresada como acumulación de capital que tiende a destruir fuerzas productivas, debido al carácter privado de las relaciones capitalistas de producción. Es, por otro lado, condición necesaria del funcionamiento dialéctico del capital, esto es, la forma social concreta en que se desenvuelve esta contradicción que hemos señalado anteriormente. Por eso cada crisis económica no es un fin en sí mismo, sino una etapa en el desenvolvimiento y desarrollo general del capital (depurarse y reestructurarse sobre una nueva base), una etapa en el ciclo de existencia y reproducción del capital. Querer eliminar las crisis económicas en el capitalismo es como querer eliminar la luz en el sistema solar, es simplemente ¡Imposible!. Por contra, concebir la crisis económica desde el punto de vista de condición necesaria del funcionamiento dialéctico del capital es percibir acertadamente que el capitalismo tiene capacidad económica para superarla, lo cual implica que su destrucción no deviene por un colapso interno, de un derrumbamiento de sus propios mecanismos, sino que tiene que venir de la existencia y empuje de una fuerza externa a su estructura, de la lucha de clases que tiene que ejercer el proletariado para superar el capitalismo como organización social caduca en la actual situación histórica.

Lo mismo ocurre con la corrupción económica, ya que no puede ser comprendida por el mero hecho de existir de una manera cruda y sangrante. La corrupción económica no es un fenómeno genuino del capitalismo, puesto que también se da en otros modos de producción, como así ha ocurrido en el socialismo. La corrupción económica, esto es, recibir prebendas de particulares o apoderarse de bienes de la colectividad por los servicios prestados, no puede eliminarse o mitigarse con simples medidas jurídicas, puesto que ello depende del poder de la sociedad ejercida por una casta de dirigentes separada de todo control de las masas trabajadoras: ello está claro en el capitalismo, el poder está en manos de la burguesía por la división social de la producción y es delegado por esa clase en unos gestores para que administren la sociedad en su nombre e intereses de clase, dando la oportunidad a esos gestores para corromperse por los servicios prestados.
En el socialismo esto no está tan claro, pues aunque aparentemente el poder está en manos del proletariado, en gran medida y hasta el desarrollo pleno de las relaciones socialistas de producción, una corte de burócratas, técnicos y oportunistas son los que detentan los medios de producción, las riendas del Estado y el poder social efectivo. Si a esta casta no se le controla socialmente, es decir, no se le somete al control político de las masas, a la dirección económica de las relaciones de producción y a la dirección del proceso socialista hacia el comunismo, la corrupción estará servida.
Estos dos fenómenos sociales, crisis económica y corrupción económica generalizadas están despertando entre las masas obreras una corriente de repudio hacia los partidos parlamentarios, con más rechazo a los partidos de mayor protagonismo de gobierno pues no dan alternativa a sus reivindicaciones económicas y a su concepción democrática de participación dominada por el concepto burgués de igualdad de oportunidades. Este rechazo va tomando cuerpo mediante la articulación de un proyecto político heterogéneo que recoge estas aspiraciones preñadas de ideología burguesa, aunque formalmente equidistante de los grandes partidos y sindicatos oficiales del sistema. Y esto ocurre así por dos razones: el movimiento económico está desplazando parte de los intereses políticos hacia fuera de la estructura del sistema tradicional al no estar representados esos intereses en el momento actual. Este desplazamiento político se articula en estructuras “nuevas” desde el punto de vista organizativo pero se integra política e ideológicamente en el sistema por la influencia que ejerce sobre sus dirigentes y sus representantes de marcada ideología burguesa, su seña de identidad es el democratismo burgués y su odio hacia toda noción comunista e ideología marxista. La otra razón es la inexistencia de un movimiento comunista.
Ciertos dirigentes ligados a la intelectualidad, a la pequeña burguesía explotadora y al revisionismo patrio trabajan para articular un proyecto político que sea lo suficientemente atractivo con el que ganarse la simpatía y confianza de amplias masas “ciudadanas” con el objeto de conseguir sus votos en las próximas elecciones generales, autonómicas o locales. Se pretende construir un Frente Electoral para competir con los partidos tradicionales, a los que consideran parte del problema, no de la solución. Estos dirigentes y sus proyectos políticos y sociales no cuestionan el sistema económico y político, a lo sumo persiguen un timorato cambio de modelo productivo y de sus opacas formas de actuación institucional, que proponen erradicar por medio de una regeneración democrática, que ellos impulsarán con el apoyo de la “ciudadanía” indignada.
Los distintos representantes de estas plataformas apuestan por un programa regenerador y democrático, que ya está elaborado, simplemente basta aplicarlo: son los Derechos Humanos, preceptos universales pisoteados por los gobiernos nacionales a instancia de los organismos internacionales que actúan a las órdenes de las redes tejidas por las multinacionales. Como dicen, nacen para defender y limpiar los canales tradicionales de la vieja democracia burguesa, instituciones que consideran válidas pues representan la soberanía popular, aunque viciadas por una ley electoral arcaica que impide la igualdad de oportunidades y la ventilación de los filtros democráticos, y permitiendo así la corrupción de los partidos elegidos democráticamente.
Como podemos observar es el viejo proyecto de la burguesía progresista que se enfrenta al sistema feudal, la idealización y filantropía de la burguesía emprendedora que considera al ciudadano burgués como el centro de la acción política social y a la democracia como el instrumento para conseguir la participación ciudadana en pos de la redistribución de la riqueza, eso sí, dejando a un lado intacto, las condiciones y leyes de la producción, cambio y distribución burguesas, que como todos sabemos se rigen por la explotación del trabajo asalariado. Desde aquí, les decimos a dichas asociaciones que en esa línea, la tarea resulta harto difícil, que, puesto que no se piensa en transformar la sociedad sino en hacerla “más equitativa” dentro de los cauces capitalistas, sus propuestas pueden contar con el beneplácito y la simpatía de la burguesía emprendedora, la pequeña burguesía y la aristocracia obrera, que sus concepciones de la vida son tan mezquinas como las de la mediana y gran burguesía, por más que lleguen al auto-convencimiento de que la igualdad es posible en el capitalismo. Que incluso es posible por la buena voluntad de los gobernantes, si así se lo proponen. ¡Cuánto daño han hecho estas palabras, cuantos muertos ha causado por no tener en cuenta los fundamentos materiales de la realidad histórica y de la lucha de clases!
¡Cuán ingenuos los promotores de estas asociaciones y qué candorosa forma de concebir las relaciones sociales! Algunos de ellos viejos desertores de la lucha del proletariado por su emancipación, que se reconvierten, a la vejez, en agentes de la burguesía para dar credibilidad moral a sus pretensiones de defensa del una idealizada “democracia real” que ven amenazada por la corrupción generalizada del “capitalismo salvaje” y “especulativo”, convertido en verdadero azote de la Humanidad, mientras anhelan retornar al capitalismo “productivo” y “civilizado” del estado del bienestar, reformado sobre una base moral, todo ello sin comprender cómo opera realmente la sociedad burguesa, y por qué sus leyes se imponen inexorablemente a los personas sin que puedan sustraerse a ellas individual o colectivamente, por mucho que lo deseen.
2) Los Derechos Humanos son un sistema moral que brota de las condiciones de producción burguesa
Pero dejemos, por ahora, esta crítica a los animadores de dichas iniciativas y centrémonos en su programa electoral. La declaración universal de los Derechos Humanos está construida sobre unos valores eternos y universales, ajenos al tiempo y al espacio que los hicieron nacer, puesto que pervivirán a todas las etapas históricas y sociales del ser humano. Está elaborado, por tanto, a modo de un pensamiento esquemático que envuelve a toda relación social, que la considera deudora de ella (al revés de como ocurre en la realidad social, es decidir, las ideas y conceptos que nos hacemos de las cosas es un  reflejo de las condiciones de producción).
Lo cierto es que se suscribió a mediados del siglo XX por la Asamblea General de la ONU, lo que nos indica que fue elaborada después de que el capitalismo se hubiese desarrollado hasta su fase imperialista y que las revoluciones socialistas de la URSS y China se hubieran realizado como forma de destruir el capitalismo. Está escrito a modo de un gran sistema moral, articulado sobre la base de un principio universal de justicia que defiende y justifica la existencia y pervivencia del capitalismo e intenta contrarrestar el empuje de las ideas comunistas que proclaman la eliminación de las clases sociales.
La Declaración de la Derechos Humanos como sistema moral y político universal descansa sobre tres principios fundamentales del pensamiento burgués: libertad, justicia y paz. Decimos burgués porque, como todos sabemos, tales principios no son inmutables e imperecederos sino que cada sociedad los adapta a sus condiciones de existencia con la finalidad de que los individuos se comporten de acuerdo al rol que realizan, ejecutando y reproduciendo sus funciones en el contexto de la clase a la que pertenece desde el punto de vista económico, es decir, que asuma su función social como lógica y legítima. A continuación veremos el contenido que le otorga la Declaración de los Derechos Humanos a los principios y derechos en correspondencia con las condiciones de producción que le preceden, por más que éstas se oculten en el juego de palabras plasmadas sobre un papel.
A la pregunta de ¿qué es una verdad eterna? la respuesta es muy concreta, por más que se complica innecesariamente de manera interesada: pues la que sirve para toda condición social e histórica, abstrayéndose y situándose por encima de las mismas.
Pertenece al mundo del pensamiento moral y del derecho que lo acompaña, los cuales conforman el mundo natural y social. Para los defensores de esta manera de razonar hay dos mundos bien separados: el lógico, situado en el pensamiento, creador de las verdades, y el sensible, situado en el exterior, lugar en donde se desenvuelves las cosas del mundo sensible.
El primero, el del pensamiento, tiene sus propios principios que aparecen como verdades eternas e imperecederas pues se rige por el criterio de la razón. A este mundo pertenece tanto la ciencia como la moral y el derecho, ya que no están sometidos al caos de la realidad sensible ni a la confusión que pueda derivar el azar. El pensamiento burgués interpreta que la realidad es una copia del concepto, al que considera superior; por eso, le da el carácter de soberanía al pensamiento sobre la realidad material, cuando se trata de lo contrario, es decir, la producción del pensamiento parte de la realidad material para determinar el contenido de su producción, determinando que es un reflejo más o menos científico de la realidad en la medida que comprenda y reproduzca en el pensamiento las condiciones y el desarrollo de la realidad a través de sus contradicciones internas. De lo contrario, la realidad sería una marioneta del pensamiento, que se acomodaría a su arbitrariedad e interés de las personas que ejercen su pensamiento.
En el sentido materialista de concebir la relación entre el ser y el pensamiento está la clave para comprender que las verdades están sujetas a la realidad y a su desarrollo histórico-natural, es decir, a la producción social y a la lucha de clases que de ello se deriva. ¿Es una verdad eterna e inmutable que la moral sobre el matrimonio sea la unión entre el hombre y la mujer? No, en todo caso se tendría que decir que es una verdad eterna para la reproducción, pero nada más, aunque ello queda obsoleto con el avance de la ciencia y su aplicación práctica, cuando descubre que la reproducción no está sujeta al estado moral del matrimonio, pues se puede procrear a través de la reproducción asistida. ¿Es otra verdad eterna e inmutable que dice que toda producción material es mercancía como sostiene el derecho laboral? No, en todo caso se tendría que decir que para que ello sea eterno se tendría que producir eternamente para el cambio, pues cuando no sea así la mercancía y, con ello el valor, dejará de existir. Existirá valor de uso, pero no valor.
Las verdades de la moral y del derecho son como todas las verdades, relativas y ajustadas al desarrollo de la realidad que le da contenido. Afirmamos que toda teoría moral es fruto de las condiciones de producción en que se desarrolla y, por tanto, no es única sino diversa, tanto como clases sociales hay presentes en la lucha entre ellas.

Los principios
La libertad
Engels, en su Anti-Dühring, señala que Hegel fue el primero que definió correctamente la libertad, al definirla como la comprensión de la necesidad. Ejercer la libertad es actuar conforme a las leyes de la naturaleza y de la sociedad de acuerdo a ciertos fines determinados. [Lembrando que Mao reformula tal poição em 1964: “Engels habló de la necesidad de trasladarse del reino de la necesidad al de la libertad, y dijo que la libertad es el reconocimiento de la necesidad. Esta frase no está completa, solamente dice la mitad y deja lo demás sin decir. ¿basta sólo comprender para ser libre? La libertad es la comprensión de la necesidad y la transformación de la necesidad. Hay que hacer algo de esfuerzo...”] La libertad, determinada por el conocimiento de la realidad, es un producto del desarrollo histórico y, por tanto, en las sociedades divididas en clases y de la lucha entre ellas, en el sentido que no es un principio absoluto, eterno e intemporal, sino concreto, dependiendo de los intereses y finalidad de cada clase en cuanto a su lugar en la estructura social de cada época histórica. En este sentido la libertad de la burguesía no tiene nada en común con la libertad del proletariado, aunque el código civil los asimila no en cuanto a su finalidad sino en cuanto a sus distintas funciones en la relación social. Lo que se deriva de ella es otra cosa en cuanto en la libertad.
La libertad económica burguesa consiste en la libre voluntad de acuerdo a los fines de la relación capitalista: la compra y venta de la fuerza de trabajo, la compra y venta de mercancías, etc.
La libertad política burguesa es la de la libre voluntad de acuerdo a los fines de la relación burguesa: la sociedad es el conjunto de los individuos que se organizan de acuerdo a preservar el bien común: la propiedad privada capitalista como origen de la prosperidad capitalista y la voluntad popular capitalista como origen del sometimiento de la minoría a la mayoría por medio del sufragio universal.
Así pues, en el concepto burgués de libertad no tiene cabida el conocimiento de la realidad en que se debe apoyar la libertad sino en el sometimiento de la voluntad a las leyes de la sociedad que dan carta de legalidad a la voluntad de explotar y oprimir. Esto es lo que sanciona con gran pompa la Declaración de los Derechos Humanos.
 La justicia
La justicia busca que se cumpla la igualdad entre los seres humanos, que son iguales en tanto que humanos, unas voluntades que persiguen el mismo objetivo: la felicidad. La igualdad entre los seres humanos reside en la finalidad que se persigue de acuerdo a la voluntad que es soberana: ser feliz, lo cual es muy loable pero encuentra impedimentos para que se realice: por la sencilla razón que no todos pueden ser felices porque no todos son iguales. Unos son altos y otros bajos, unos jóvenes y otros viejos, unos listos y otros no tanto, unos laboriosos y otros menos, unos ricos y otros pobres, etc. La igualdad, en este sentido, es un resultado y no un presupuesto.
La justicia intenta subsanar esta desigualdad al aplicar la ley. Con ello se borra todo tipo de injusticia que pueda existir por la acción desigual de las personas ¿Pero de quién proviene la justicia? No puede ser de las personas, que son desiguales, sino de algo superior a ellas: del Estado, que aplicando la ley establece la igualdad de la desigualdad. Pero la ley no hace sino juzgar y sancionar lo que se da en la realidad social, remedia sus conflictos y establece la relación de fuerzas sobre la base de la interpretación de la ley sin juzgar la naturaleza y condiciones de la relación social, de la cual la ley es uno de sus productos. El capitalista cumple la ley pagando el valor de la fuerza de trabajo, el proletario cumple la ley trabajando las horas convenidas por convenio a pleno rendimiento. Si alguna de las dos partes no cumple lo estipulado se rompe la igualdad legal que la ley sanciona.
El revisionismo da un paso al frente reclamando la igualdad social, que repara la desigualdad a través de la redistribución de la riqueza creada pero sin eliminar la relación social. Dicen: eliminemos los privilegios de clase pero sin eliminar las clases sociales, que es lo que el proletariado persigue: eliminar la desigualdad social, es decir, la propiedad privada capitalista y el trabajo asalariado asimilado a ella.
La paz
La paz es considerada por la ONU como la categoría suprema de la Declaración de los Derechos Humanos, a la que consagra su existencia. Y es así porque interpretan que el ser humano y los distintos pueblos que conforman la sociedad humana tienden a ello por un sentido natural de supervivencia. Es paradójico que así se piense, cuando el régimen social de producción, sobre el que está edificada la estructura de las Naciones Unidas, tiende de manera “natural” hacia la guerra por la propia evolución y desarrollo del régimen capitalista de producción, adoptándola como modo de resolver los conflictos entre los distintos Estados y las distintas clases en oposición. ¿No será que su existencia se debe más a someter a los distintos polos en lucha al interés general de funcionamiento del capital como sistema dominante a nivel internacional, que a crear un clima de entendimiento que favorece los distintos intereses en disputa?
La cosa está clara pues la existencia y dominio de las relaciones capitalistas de producción conllevan, en su desarrollo, los conflictos bélicos. Es la forma que tienen los capitales, de resolver, en última instancia, sus contradicciones para frenar la tendencia decreciente de la cuota de ganancia.
También queda claro cómo pretenden infundir entre las masas explotadas la creencia en el pacifismo y la mansedumbre como condición natural de existencia de cualquier tipo de sociedad, inclusive las sociedades divididas en clases, cuando lo que realmente persigue es debilitar la posición ideológica del proletariado de que la guerra contra el capitalismo y la consiguiente eliminación de las clases sociales, es la forma legítima que adquiere la contradicción cuando la lucha de clases llega a su punto álgido.

Los derechos
Hemos dejado atrás los principios en donde descansan los Derechos Humanos para abordar a continuación los derechos que de ellos se derivan. Estos derechos están divididos en dos clases: los individuales, los relativos a su exclusiva persona, y los sociales, los relativos a las relaciones del individuo con los demás. Tanto unos como otros están en consonancia con el régimen capitalista de producción, en su versión democrática burguesa, que es la forma considerada como la más estable y productiva para la clase dominante puesto que está regida por la paz social que establecen voluntariamente los individuos a través de las organizaciones que aceptan el marco constitucional.
Estos derechos se desgajan, como hemos apuntado, de los principios ya analizado anteriormente, fundamentos racionales y universales de la sociedad capitalista. Debemos señalar que el capitalismo como régimen de producción está interesado en mantener una fuerza de trabajo en buenas condiciones físicas, psíquicas y económicas para que rinda a satisfacción de los intereses del capital (produciendo trabajo excedente) y satisfaga sus necesidades sociales mediante la compra de las mercancías producidas por el capital (realice su función de consumidor). No es lo mismo un obrero con capacidad adquisitiva que arruinado, con un salario que apenas puede adquirir la estrictamente necesario para reproducirse. No es lo mismo un obrero sano, con vivienda, tiempo libre y formado, que una fuerza de trabajo malnutrida y con poca resistencia física o con problemas psiquicos para trabajar a pleno rendimiento.
Pero esto entra en contradicción con las reglas que establece la acumulación de capital, que tiende a empobrecer la vida de la clase obrera por la necesidad del aumento de la cuota de plusvalía, con lo que disminuye el salario individual y social. En esta tendencia se mueve el precio de la fuerza de trabajo que negocian la patronal y los sindicatos para imponérselas de manera generalizada a los trabajadores (salario base, convenios, etc.) Las condiciones generales ideales se truecan en su contrario, condiciones deplorables, por el carácter capitalista de la producción que es lo que en última instancia determina la marcha de las condiciones de la producción.
Veamos detalladamente estos derechos…
Derechos individuales:
El derecho a la vida.
¿Cómo la vida va a ser un derecho si es la forma de existencia de la materia? (su movimiento). ¡valiente tontería! De una tautología se quiere derivar una verdad absoluta. Ello se puede considerar un derecho. Si se está pensando en los no nacidos, es decir, el derecho de estos por nacer sin interferencia de nadie: condena explícita al aborto. De otra manera es una tautología porque la vida consiste inevitablemente en vivirla, en el caso del ser humano, en desarrollar las condiciones físicas y psíquicas de que se compone la vida hasta que cesa. Sin reproducción de la fuerza de trabajo no hay producción y, por tanto, explotación, es decir, la forma económica típica de las sociedades divididas en clases.
Para la burguesía el derecho a la vida transmite el derecho a ejercerla en libertad ¿De qué libertad se habla? Se es libre cuanto se actúa de acuerdo a ley. Según esta concepción, el criterio de la libertad lo establece la ley (más concretamente el consenso social que es la que le da legitimidad a la ley) y como la ley es ciega, también lo es la libertad. Para el materialismo dialéctico la ley no tiene nada que ver con la libertad, que está relacionada con la necesidad, pues son dos cosas, incluso opuestas: la ley pertenece a la esfera del comportamiento social a priori, determinado por la legalidad, y la libertad pertenece a la esfera del comportamiento social a posteriori, determinado por el conocimiento de la realidad, es decir, por el conocimiento de la materia y la actividad del ser humano por comprenderla y transformarla.
Para la burguesía el derecho a la vida implica el derecho a casarse y fundar una familia, es decir, al núcleo burgués de reproducción de la fuerza de trabajo. Sin la familia burguesa sería imposible la reproducción burguesa, como hemos dicho anteriormente.

El derecho a la propiedad
Este derecho es el central de la Declaración, pues de ello se deriva la organización de la sociedad y el papel de los individuos en ella. La Declaración no es rigurosa con los conceptos que emplean, pues lo que trata es de ocultar su contenido real sustituyéndolo por generalidades que no aclaran nada o que se sitúan en la idea vulgar que se tienen de ellos.
Tal como está recogido este derecho es otra tautología, puesto que la propiedad conseguida mediante el esfuerzo propio, con el propio trabajo a cada uno le pertenece. Eso lo saben hasta los niños de teta y los que así se comportan: esto es mío, luego me pertenece. Pero en realidad lo que trata de decir es que la propiedad privada capitalista es un derecho.
La propiedad hay que analizarla desde dos puntos de vista: desde lo jurídico y desde lo económico. Desde lo jurídico es la capacidad para disponer sobre una cosa para su uso y consumo personal. Desde lo económico es la capacidad para disponer de una cosa para su uso y consumo económico. Esta última capacidad de disponer de la cosa viene determinada por la relación social de que pueda ser usada a través de la compra y venta de medios de producción como medio de producir riqueza: capacidad para explotar fuerza de trabajo. En la propiedad capitalista la capacidad económica es lo determinante puesto que es la que permite producir plusvalía y acumular capital para la compra de fuerza de trabajo, planificación del proceso de producción y apropiación de la plusvalía, que lo jurídico sanciona como legal. La propiedad capitalista es la capacidad para explotar fuerza de trabajo ajena, que es lo que verdaderamente está sancionado legalmente como un derecho.
El derecho a la libre circulación de personas
La libre circulación no es un derecho, sino una necesidad del régimen capitalista de producción porque promueve el desplazamiento tanto de mercancías, de capitales, como de fuerza de trabajo para satisfacer las necesidades de la producción en los centros, sectores y naciones que así lo demanden. Con respecto a la fuerza de trabajo es conocido que se promueven grandes desplazamientos a través de las migraciones, contrayéndose o dilatándose la demanda dependiendo del desarrollo de la economía.
El derecho al trabajo
Tampoco es cierto puesto que la ocupación productiva de la fuerza de trabajo es una necesidad del capital. También sabemos que es la manera como se produce la plusvalía en el capitalismo: explotando fuerza de trabajo. La ocupación de la fuerza de trabajo depende de la marcha de la economía pues debido al carácter capitalista de la producción, la ocupación está determinada por su rentabilidad en cuanto tiene que crear para su reproducción además del excedente que se apropia el capitalista gratuitamente.
 El derecho a la salud y a la educación
La educación y sanidad tampoco son un derecho sino una necesidad de la producción debido a que el proceso productivo necesita planificar las condiciones óptimas para que la fuerza de trabajo esté apta para producir más y en las mejores condiciones. Necesita una formación mínima y unas condiciones sanitarias favorables por la complejidad del proceso productivo capitalista, que no se puede parar debido a circunstancias ajenas a la producción.

Derechos colectivos:
El derecho a la libertad de pensamiento
El derecho a la libertad de expresión
El derecho a la libertad de reunión y manifestación
El derecho a elegir a sus representantes
Todos los derechos colectivos están enmarcados en el desarrollo del concepto de libertad individual que hemos expuesto anteriormente, tomando cuerpo como libertades democráticas. Estos derechos tratan de regular los múltiples derechos individuales y de clases en una finalidad común: el progreso social, eufemismo que esconde su la verdadera intención, la acumulación de capital.
Estas libertades colectivas crean la sensación de democracia, proyecta sobre la conciencia social de que en realidad todos somos iguales pues tenemos la oportunidad de expresar nuestra opinión y conformar mediante el sufragio universal la dirección de la sociedad, expresión de la soberanía popular.
A través de las categorías y prácticas democráticas es cómo la burguesía va imponiendo y legitimando su poder político y su proyecto de sociedad como el de todos, ya que va dando sentido de normalidad y universalidad a las prácticas sociales, las mismas que reproducen las funciones y roles que le destina a cada clase social el régimen de producción.
El derecho a manifestación, reunión y elección están sujetas a las normas y leyes del ordenamiento jurídico que reconocen la lucha por la defensa de los intereses individuales pero para reclamar reformas o mejoras del sistema, nunca para ponerlo en cuestión y menos para sustituirlo.
A tenor de los hechos, está meridianamente claro que estos nuevos-viejos demócratas reconvertidos, radicales en cuanto a su forma pero conservadores en su contenido, no tienen otra misión que limpiar los desagües del sistema democrático burgués para darle más lustre, carta de legitimidad al sistema de producción capitalista al introducir pequeños retoques como la concepción democrático-cristiana (intercambio justo) en los procesos de producción.

Es una versión humanista del sistema capitalista, con sus buenos y malos, considerando las relaciones mercantiles como dependientes de la voluntad de los individuos, y de un Estado que funciona como instrumento de redistribución de la riqueza creada (revisionismo). Esta corriente tiene abonado el terreno para ganar adeptos, tanto por la parte del electorado que apoya a los partidos tradicionales de “derechas” e “izquierdas”, hastiados del comportamiento de éstos entregados al no disimulado reparto del botín que le ofrece el sistema parlamentario como pago al mantenimiento de la sociedad capitalista, como asi ocurre con algunas organizaciones marxistas que no cuentan con presencia ideológica y política en el terreno de la lucha de clases.
Resulta absurdo dedicarse a buscar atajos pensando que la revolución vendrá por sí sola, que caerá como una breva madura, cuando las masas no aguanten más su penosa situación, y no tendrán más remedio que abrazar la dirección política redentora, o bien imaginar que mediante un proceso natural de la evolución social, por la acción democrática de los “ciudadanos” se irá modulando el proceso que producirá el cambio.
Abrigar tales esperanzas no es comprender el desarrollo histórico basado en la división en clases de la sociedad, donde todas las revoluciones sociales que se han producido, se debieron, sin ninguna duda, a la acción consciente de las fuerzas que las impulsaron, incluyendo la acción armada para desplazar las antiguas fuerzas en que descansa el viejo orden nacido de las condiciones de la producción material.
El momento actual está situado en la etapa de dominio de la burguesía sobre el proletariado en todos los terrenos, debido a la marcada debilidad política de los comunistas, fruto de sus propias contradicciones internas, las cuales deben ser estudiadas con detenimiento, especialmente en lo que respecta a la influencia que el reformismo y el revisionismo ejerce sobre las masas obreras. Lo cierto es que la ideología comunista no tiene una presencia activa en la lucha de clases, sino que está reducida a núcleos dispersos que se reclaman partidarios de la revolución proletaria. Estos núcleos trabajan con grandes dificultades para asimilar en profundidad la teoría marxista y su papel en la lucha de clases desde los intereses del proletariado, haciendo labores de propaganda e intentando articular un proyecto revolucionario entre ellos. Ante tal cúmulo de tareas, la de construir un nuevo partido revolucionario puede parecer para algunos un asunto sin excesiva urgencia, motivado, entre otro, por la debilidad de las fuerzas, pero es sin embargo una necesidad objetiva, imprescindible para poder avanzar en la lucha por la revolución socialista. Hay que comprender que esta tarea no es un hecho puntual sino resultado de un proceso que debe cubrir toda una etapa histórica, la primera etapa de la lucha hacia el comunismo.


domingo, 1 de setembro de 2013

Poema sobre as jornadas de junho




À sombra de um prédio grande,
ou à sombra do sol forte,
aqueles que não sabiam dizer,
disseram;
aqueles anônimos das telas,
calaram.
Revertendo assim as horas
dos donos do relógio -
O tempo, senhor de tudo, com nada ficou, apenas migalhas já não controladas

A rua tornou-se rua, enfim,
através dos passos firmes
e não dos pneus.
Um encontro feliz
entre a palavra e o grito
a força e o gesto.
Carros expulsos, sonhos em seus lugares.

Se a vitória estava longe
e a raposa na esquina,
não havia razão para dizer não:
o chamado se fazia por si só,
obrigação decidida,
escolhida, voluntária,
de riso e dor.
Meios e fins se fundiram.
A razão era única e não era racional!

Os fantasmas do cemitério
se alvoroçaram:
"Existem vivos ainda!"
O possível nas palmas das mãos,
o ressurgir do pó como origem:
"Reinventar a vida!", diziam os olhos.
O altar dos mortos, então, balança,
não cai.

O primeiro abalo de muitos!
A visão do futuro muda completamente o passado.
O que seremos muda quem fomos.
A direção muda o sentido.
Se escravidão tem sido nossa condição primeira
independente dos tons de nossos adjetivos,
a luta aqui travada pode todas as páginas embelezar.
A juventude que era nada, pode tudo inventar.

O novo assaltou de surpresa
e a poeira mudou de lugar.

quarta-feira, 28 de agosto de 2013

As vergonhosas aventuras de uma filósofa: sobre compromissos metafísicos com o oportunismo

 [Augusto Machado]

Diz o discurso ideológico da filosofia que ela tem o compromisso com a verdade. Mas talvez, assim como o jornalismo, ela, dada sua capacidade de manipulação, esteja mais próxima das artes circenses. A sombra sofista persiste na ágora e a filosofia volta e meia retorna às suas origens!

Foi um choque (?), sobretudo para os manifestantes cariocas, que há meses tocam uma jornada de luta heroica contra um governo (da aliança governista) assassino e mafioso, as declarações da "filósofa" Marilena Chauí para a sombria PM rio. Para ela, facistas são os Black Blocks (grupos de autodefesa nas manifestações). E não a Polícia brasileira que persegue, fere, reprime arbitrariamente, tortura e até mata quem se levanta por uma causa justa. Nem as empresas e governos e controlam essa máquina feroz.

Parece que a filósofa vê "fascismo" em tudo que não condiz com seu PT. Em uma palestra para o PCdoB, recentemente, ela taxava toda a classe média de fascista. Seria uma defesa pura e sectária do proletariado? Obviamente que não. Agora são os manifestantes, que desejam por um basta na chacina e guetificação dos pobres cariocas, os fascistas. Quanto rigor conceitual!

Vejamos os malabarismos:

“Temos três formas de se colocar. Coloco os “blacks' na fascista. Não é anarquismo, embora se apresentem assim. Porque, no caso do anarquista, o outro [indivíduo] nunca é seu alvo. Com os “blacks', as outras pessoas são o alvo, tanto quanto as coisas”, disse ela. Chaui afirmou ainda que as manifestações de junho em nada se assemelham aos protestos de maio de 1968, na França.  Para ela, as reivindicações atuais dialogam com o poder constituído, o Estado. “O grande lema [em 1968] era: é proibido proibir porque nós somos contra todas as formas de poder. Não se reivindicou nada. [...] As manifestações de junho não disseram “não' a coisa nenhuma. Eles se dirigiram ao poder, ao Estado e pediram diminuição da tarifa, mais verba para educação, saúde, CPIs e auditorias contra a corrupção e contra a Copa. Fizeram demandas institucionais ao poder.”[Retirado da Folha]

Impossível não comentar:

1- No plano político ou militar há pessoas e "coisas", que encarnam instituições, ideologias, bandeiras. Para ela a luta política é uma luta de significações, ou melhor, só possível nas urnas!

2- Em qualquer blog adolescente se encontra uma definição de 68 como esta. Não se reivindicou nada nos EUA, na França, na Itália, nas ditaduras latino-americanas?

3- Junho não disse não? Nós que somos muito pessimistas ao ler "não queremos mais uma vida caótica!", onde na verdade haveria "queremos uma vida mais digna". Malabarismo sagaz! O fato é que essas demandas institucionais põem em cheque o próprio formato pobre do Estado e democracia brasileira.

Talvez a filósofa tenha se sentido um pouco um Adorno de saias e tupiniquim. O grande teórico alemão, nos levantes de 68, preferiu não sair de sua mansão de mármore para compreender e apoiar as ruas e chamar tudo que via uma ameaça ao seu recanto e de caráter fascista. O acontecimento mais marcante foi a ocupação estudantil na Universidade de Frankfurt, finalizada com a atuação da polícia chamada pelo próprio Adorno. Em sua entrevista "a filosofia muda o mundo ao manter-se como teoria" fala:

"O poeta Grabbe tem uma sentença: “Pois nada senão o  desespero pode salvar-nos”. Isto é provocador, mas nada tem de tolo. Não  vejo como condenar que se seja desesperançado, pessimista, negativo no  mundo em que vivemos."

Que destino negro esses dos grandes iluminados, viver num mundo de massas irracionais e violentas (sejam da classe média, ou da população rebelde e pobre)! Que o CNPQ e a PMERJ nos salve! Para eles, o anti-intelectualismo (ou seja, anti-academia burguesa) é o maior sinal de fascismo. E não a perseguição e eliminação sistemática da população pobre e dos movimentos populares. Veem no critério da prática um viés burguês, mas não veem em si um comportamento pior: aristocrático.

Em crítica a Adorno, Marcuse escreveu à época a legitimidade de ocupações de prédios, por exemplo, e que "na medida em que a democracia burguesa (em virtude de suas antinomias imanentes) se fecha à transformação qualitativa, e isso por meio do próprio processo democrático-parlamentar, a oposição extraparlamentar torna-se a única forma de "contestation": "civil disobedience", ação direta. E as formas dessa ação não seguem mais o esquema tradicional.". Um intelectual é mais honesto quando desce de se pedestal e reconhece que a história e as contradições na massa vão além que suas laudas e notas de rodapé fechadas.

O Batalhão de Choque coordena a repressão na rua; no quartel, quem dirige o batalhão ideológico é um intelectual "progressista" do PT. Tiro para todos os lados! Tudo em prol das instituições democráticas do Rio! Afinal, vivemos uma revolução no país - ordeira, claro, pois somos civilizados. E um processo de revolução avançado: estamos conseguindo até mesmo mexer numa das formas de opressão mais profundas no Brasil, a opressão contra a mulher... através da Bolsa família (sic, segundo Chauí), essa estranha espécie de revolução cultural que coexiste com a submissão estatal e econômica, e cuja direção revolucionária é um banco internacional... Essa dialética não conseguimos captar, talvez com um doutorado na USP possamos um dia. Ou melhor, com doutorado em oportunismo, possível em estágios nas centrais sindicais pelegas e partidos reformistas.

Quem sabe nos próximos acontecimentos vejamos uma uspiana do escalão de Chauí se juntando com a equipe das Olavetes (Pondé e cia) para mais algumas "alianças táticas" filosóficas. Pois no mercado eleitoral, a verdade é só mais uma mercadoria.

segunda-feira, 19 de agosto de 2013

Notas sobre o livro póstumo de Hobsbawm




A "anti-arte industrial" de Warhol, massificada e vazia: avanço ou retrocesso à cultura burguesa tradicional?


Hobsbawm se foi no final de 2012, levando toda a sua erudição. Ainda é um autor progressista? A Veja, à época, o chamou de "idiota moral", denunciando seu "marxismo irredutível", apesar de elogiar seu "talento". Não nos apressemos: a linguagem histérica desse podre exemplar do monopólio do reacionarismo de vanguarda (e seus nefastos objetivos) é capaz de acusar o próprio sol de comunista quando avermelha o céu. Na realidade o historiador nos seus últimos anos de vida chegou ao ápice de uma ambiguidade política típica de um revisionista: chegando a apontar a "relevância de Marx" na atual crise juntamente com declarações anticomunistas comuns a qualquer formador de opinião ocidental do pós-guerra fria (formado na melhor escola arendtiana do "totalitarismo").

Em "Tempos Fraturados - cultura e sociedade no século XX", vemos esse Hobsbawm ambíguo, mais pra lá do que pra cá, com um realismo/ceticismo exemplar em relação à possibilidade de um futuro para além do capitalismo. Talvez tenha se tornado inconveniente nos círculos acadêmicos negar a plausibilidade do regime democrático-liberal que força sua entrada nos últimos rincões do mundo, sem nenhuma alternativa à altura - em oposição aos estranhos e cruéis "totalitarismos" socialistas do passado que impunham uma ditadura popular a seus habitantes e ameaçavam o cotidiano morno de um homem das letras. De qualquer forma, como em Era dos Extremos, sua posição política não enche de desonestidades suas análises e dados a ponto de inviabilizar sua leitura. Estamos diante de um intelectual que, em alguns assuntos, conseguiu a proeza de não perder a lucidez.

Então tentando isolar sua falta de "prognóstico", e consequente neutralismo do presente, vejamos o que ele traz, e uma possível explicação que leve a um terreno marxista.

O livro é um exemplar de seu projeto de história social e cultural, sobretudo do século XIX para cá, contendo várias palestras, artigos dos últimos anos de sua vida, já publicados ou inéditos. Felizmente, isso não coloca o livro dentro da teoria da história e da historiografia "pós-moderna" em voga (mais próxima da literatura solipsista). Hobsbawm é um dos poucos historiadores contemporâneos do período após a moda da "História Nova/Estudos culturais" que manteve um mínimo de decência materialista em suas análises culturais, em oposição à ironia em relação ao marxismo e a qualquer análise científica dessa corrente. Ele toma as principais transformações da cultura nas sociedades humanas modernas/ocidentalizadas (e outras nem tão principais assim...) entre a consolidação burguesa e o iniciante século XXI, relacionando-as com as relações geopolíticas e econômicas.

Tomemos as linhas principais, e deixemos seus capítulos de exercício erudito e hermenêutico de lado. Hobsbawm quer saber sobre a decadência da sociedade burguesa tradicional, através das mudanças sociais do século XX, e que nos fez herdar um mundo aparentemente tão complexo quanto o de hoje. Para ele, as revoluções tecnológicas alteraram de forma significativa as formas de sociabilidade e de produção artística em todo o mundo. A ideologia na sociedade burguesa não é mais a mesma: eis um ponto que muitos marxistas resistem a compreender, renovando apenas seu "repertório" econômico e político, e deixando sua visão sobre a ideologia (as formas de construção de identidade, produção e luta simbólica entre as classes) intacta desde meados do século XX.

Que alterações foram essas? Segundo Hobsbawm: "o muro que separa cultura e vida, reverência e consumo, trabalho e lazer, corpo e espírito, está sendo derrubado. Em outras palavras, "cultura" no sentido burguês criticamente avaliativo do mundo cede a vez à cultura no sentido antropológico puramente descritivo.". Aquele mundo das artes e da cultura de elite, acessível a poucos iluminados, em espaços públicos determinados e quase sagrados (museus, óperas etc.) se foi - e parece ter sido corrompido para sempre. A sociedade atual possui um formato muito diverso daquele representado pelas cidades burguesas europeias com claras distinções entre cultura "alta" e popular.

Abrindo um parêntese, há de se perguntar, no entanto, se esse mundo que não encontrou espaço no século XX deve ser chamado de "burguês tradicional". Ora, o próprio Hobsbawm aponta que ele foi montado em muitos aspectos por traços não-democráticos (meritocráticos) e principescos, herdados de um passado recente aristocrático. A sociedade de massa do século XX, e agora, a chamada sociedade de massa individualizada do século XXI, não seria mais próximo aos ideais universais burgueses, e ao seu modo de produção industrial (e não artesanal)? Isso nos faz lembrar as teorias que afirmam um presente "pós-capitalista", por identificar capitalismo apenas suas fases nascentes (supostamente "descritas" no Capital de Marx, nesse sentido, não mais útil). O que é uma bizarrice sem tamanho.

Porém, se levarmos em conta uma tese que é muito defendida por Hobsbawm, de que o século XX, mais precisamente após a Segunda Guerra Mundial, abandonou os ideias iluministas (progresso, razão emancipadora), que tinha se aliado numa frente (capitalismo-socialismo) para vencer o irracional nazi-fascismo, podemos ver melhor que, o apontado por ele como sociedade burguesa tradicional é aquela cujo funcionamento se dava através de um horizonte ideológico provindo das revoluções burguesas (que opunha ao obscurantismo e o absolutismo). Mas, novamente, podemos afrontar essa tese com a seguinte reflexão: a sociedade burguesa seria consolidada apenas por uma ideologia fixa, que denotaria sua "natureza", ou se modificaria, através dos anos e das formações sociais, buscando perpetuar sua existência (no início, mais aristocrática, depois mais liberal etc.)? Nesse sentido podemos pensar também as sociedades nazi-fascistas como sociedades burguesas, o que de fato são, apesar de em sua aparência (coorporativismo, anti-liberalismo etc.) serem tão "opostas". E também, podemos pensar o socialismo de forma não-idêntica ao iluminismo, argumento pelo qual Hobsbawm parece justificar sua desconfiança de um possível retorno à "ditadura do proletariado" - afinal, os ideais iluministas acabaram... Então como o capitalismo se mantém de pé sem eles???

Esse debate, na filosofia, normalmente é conhecido sobre a ruptura ou continuidade entre a modernidade (molde burguês clássico e seu opositor socialista) e a pós-modernidade (onde, a priori, nenhum dos dois faz sentido em seu sentido clássico).

Enfim, o fato é que essa esfera cultural apresentou transformações: a produção simbólica apresenta traços muito peculiares hoje, e cada vez mais internacionalizados. A laicização e o impulso à modernização levaram a cultura e as artes a uma velocidade e dinâmica nunca antes vistas. As ciências naturais e exatas aplicadas transformaram não só as forças produtivas mas nossos cotidianos e nosso mundo. Assim como relações sociais impulsionaram novas invenções que dessem conta desse modelo.

O legado burguês clássico e ocidental parece ter caído no ostracismo: permanece como artigo de luxo, e com pouca expressividade na sociedade, restringindo-se a clubes seletos e pouco ortodoxos. As artes plásticas (sobretudo elas), o teatro, a poesia declamada, e demais produtos permanentes de representação humana, monopolizados pela "burguesia instruída" em seu início, vem perdendo terreno para a produção cultural de massa e fortemente baseada na intermediação tecnológica e multimidiática. O lugar privilegiado das artes e do saber erudito (que elevava, como no romantismo, a figura do artista ao lugar de mediador do sublime) desapareceu, e seu enterro se deu com o fracasso das vanguardas, e as propostas de anti-arte dadaístas ou do pop art. O muro, que Hobsbawm falava, entre arte e vida, belo e banal, foi rompido e sua diluição gerou esse nosso cotidiano mergulhado em excesso de informação, imagens e sons. O mundo da alta cultura, com seu gênio e seu artista, foi profanado, no momento em que nosso cotidiano foi elevado à condição de artístico, com muitos artistas (lema do punk rock: faça você mesmo), muitos intelectuais especializados e serviços artísticos-culturais.

O fim desse elitismo cultural simboliza tanto uma democratização da cultura (vide o crescimento vertiginoso da escolaridade e da alfabetização depois do pós-segunda guerra, e a constituição de massas estudantis e "consumidores de cultura" em todo o mundo), quanto um efeito perverso (que os estudiosos da cultura de massa já apontavam como a criação de uma sub-cultura, e a mercantilização da cultura através da indústria do entretenimento). Esse efeito perverso foi muito perceptível ao longo do século XX, onde o rádio, a TV, o cinema e a propaganda, foram grandes aliados ideológicos para o capitalismo. Assim como hoje é perceptível uma onda mais "democratizante" a partir da internet e maior mobilidade migratória, que em oposição à homogeneidade imposta por setores dominantes e seus monopólios, possibilitam um maior grau de sincretismo e interferência cultural - o que hoje se chama de multiculturalismo e que representa uma possibilidade de interseções culturais (sincretismos) que possibilitam uma certa "voz", influência e resistência a culturas dominadas. Eis uma primeira aparência, e Hobsbawm consegue completá-la com a advertência que essa abertura ao multiculturalismo, através das "mídias horizontais" por exemplo, também é útil ao mercado a partir de criação de novos nichos de consumo (mulheres, negros, gays etc.). Além disso, esse novo terreno para além do massificado, e mais individualizado, mina o potencial de intervenção política coletiva - é preciso notar, como aponta Hobsbawm, os artistas e intelectuais hoje são muito menos engajados que no no intervalo XIX-XX - e continua nas mãos de empresas privadas ou Estados (vide os casos recentes de espionagem ianque em servidores famosos da web). Assim como, podemos adicionar, os meios de comunicação de massa foram, como na URSS, e são essenciais ainda para uma propaganda contra-hegemônica que atinjam as massas.

De forma geral, o livro de Hobsbawm consegue apontar algumas características do estado cultural (ideológico) do mundo ocidental de hoje (cada vez global e veloz, apesar de aparecer de forma mais metamorfoseada na "periferia" ou no campo - e muito mais sincréticas). Não é um livro isolado, mas compartilha com outros esforços essa busca de apreensão da realidade ideológica - que também, como Hobsbawm, se afastam do, ou veem com preconceito, marxismo. Essas características da ideologia hoje desafiam não só a construção de novas análises conjunturais - órfãos de uma análise completa marxista-, que consigam encontrar a "essência" desse novo cenário, como também de novas ações e projetos políticos que busquem alcançar relevância e organicidade com as massas.

O sociólogo Norbert Elias, em famoso ensaio, aponta que a século XX caminhou culturalmente para sociedades onde há primazia da identidade individual sobre a identidade coletiva, onde o "eu" (potencializado com o simulacro do consumo e serviços individualizados por exemplo) é maior que o "nós" de uma tradição ou coletividade (família, nação, ideologia). Ao mesmo tempo que o "nós" ainda se permanece nos Estados-nações (de funções gigantescas na sociedade) além de se internacionalizar: um "nós" humano se tornou mais concreto, e cada vez mais podemos ter acesso rapidamente a fatos do mundo todo, e conseguimos nos identificar com injustiças em locais que nunca fomos. Eis a transformação de mão dupla que a decadência da sociedade tradicional burguesa e seus ideais e instituições nos trouxe, cheia de arestas ainda não concluídas e em disputa. E ela fica muito clara se refletirmos sobre essa nova "geração facebook", que ao mesmo tempo que gasta horas com marketing pessoal na rede, também se organiza e se articula no mundo todo. Ou que, vivendo em mundo cada vez mais técnico-científico, tem buscado em religiões e fundamentalismos (ver o boom pentecostal no Brasil) parâmetros normativos para sua vida pessoal de forma a não se contradizer.

A esfinge do presente está na nossa frente. Ou atualizamos nossa resposta para dar conta de sua charada e mudamos o mundo sobre suas bases atuais, ou, graças a nossa nostalgia, somos engolidos por ela. Largar o lado da tradição anacronizada, que nos afasta no concreto, sem cair no terreno pantanoso (e mais fácil) da traição: um grande desafio para os marxistas.